La vacunación es una forma sencilla, segura y eficaz de protegernos contra enfermedades dañinas antes de entrar en contacto con ellas.
Las vacunas ponen en marcha las defensas naturales del organismo y, de ese modo, reducen el riesgo de contraer enfermedades. Actúan desencadenando una respuesta de nuestro sistema inmunitario, que: reconoce al microbio invasor (por ejemplo, un virus o una bacteria); genera anticuerpos, que son proteínas que nuestro sistema inmunitario produce naturalmente para luchar contra las enfermedades; recuerda la enfermedad y el modo de combatirla.
Si, en el futuro, nos vemos expuestos al microbio contra el que protege la vacuna, nuestro sistema inmunitario podrá atacarlo rápidamente antes de que empecemos a sentirnos mal.
En definitiva, las vacunas son una forma eficaz y segura de inducir una respuesta inmunitaria sin causar enfermedades.
Nuestro sistema inmunitario está diseñado para recordar. Tras la administración de una o más dosis de una vacuna contra una enfermedad concreta, quedamos protegidos contra ella, normalmente durante años, décadas o incluso para toda la vida. Por eso las vacunas son tan eficaces: en vez de tratar una enfermedad cuando esta aparece, evitan que nos enfermemos.
La mayoría de las vacunas se inyectan, pero otras se ingieren (vía oral) o se nebulizan en la nariz.